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Salvando sueños...

La bruja de Portobello, de Masnou, y principio y fin de mundo

Hay quiénes  leen a Paulo Coelho y con cansancio, piensan y opinan que Paulo desde hace años no varía, que inserta – a veces como parches de agenda-  los mismos recursos, los mismos consejos, la misma percepción azul del mundo. Sin embargo, una relectura de sus textos, me ha llevado a terrenos inexplorados de mi misma. Apenas fue suficiente reencontrarme con el libro “La Bruja de Portobello”,  para sentir que el autor no se repite; sino que nos habla con voz y rostros varios. Lo que percibimos como lectores dependerá del momento vivencial en que estemos, dependerá  del  instante en espiral tejido por todos, de forma simultánea, desde millones de rincones del planeta.     

Con este libro, he redescubierto la danza y su poder. La absoluta soberanía  del movimiento ya sea rítmico o melódico, o apenas movimiento orgánico, auténtico y que nace de nuestra propia individualidad. Es así que la protagonista, Athena, consigue llevar una vida plena y trascender hacia una fusión con el mundo llena de amor y poder transformador. Esta meta sencilla, pero instalada en la mente de miles de personas que andamos buscando puertas para existir, existir así como Athena. No hablo de la fama. Hablo de despertar cada día conscientes de que las próximas 24 horas serán una oportunidad para dejar una semilla, una huella de amor en el mundo, en la Naturaleza.

La bruja de Portobello, regala expresiones sabias, cargadas de sentido.  Algunas, al menos las que a mí me emocionaron ya están recogidas en este blog. Y lo más importante, he aprendido muchas cositas leyendo entre líneas, leyendo desde la memoria y pasión por la danza que está en mis células desde que era dos en el vientre  de mi madre.

La danza es como el oxígeno, nos damos cuenta de su valor solo cuando algo lo amenaza. La danza es como un poro de mi piel florecido por el goce estético: a veces diminuto, a veces colosal. La danza es el olor del corazón en el día primero y en el último. Es salir de mi cuerpo y observar desde lo alto que el mundo gira, que en sus urgencias aniquila lo superfluo y protege lo verdadero.  La danza es el libro de mi vida, en donde escribo despacio, pero sin miedos, lo que veo, lo que siento, lo que experimento. La danza es el manto de mil colores en el que envuelvo a los que amo, a los que veo, a los que existen lejos pero que están vinculados a mi existencia como el aleteo de la mariposa en Islandia que derrumba un grano de arena en las Seychelles.

El libro también ha hecho un guiño a mí ser místico. Ese ser que hipnotizo porque creo que es ignorancia, y es aceptar que no lo sabemos todo desde la fascinación babosa. Sin embargo,  respeto. Respeto lo que prefieren el olor de lo desconocido cargado de ritos y agradecimientos y fe. Por mi parte, prefiero pensar que no son esas mis aguas. Prefiero los concreto y las dudas sin cerrar, pero mías, nuestras, sin vestidos de fe.

Invito a las personas, a que hallen su propio ritmo y bailen, y dancen su tiempo, desde la certeza que estamos en el planeta para coexistir arropados de placer, de fuerza, de creatividad, escuchando y sintiendo latir en nuestros actos los que nos han antecedido; seguros de que nosotros pasaremos, pero algo nuestro quedará. No es mala idea, que la huella, sea una nota biomusical envuelta en un gesto.                        

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