Blogia
Salvando sueños...

Idilio

  Parece que el mundo se acaba, piensa Raúl, mientras cierra el periódico para volver a su caminata matutina.  Se incorpora despacio. Teme resbalar con la escarcha que cubre el asfalto. ¡Y pensar que cuando joven prefería el invierno! Ahora el frío es una cuchilla  que lo desangra.Recorre el parque y decide acomodarse en el banco de siempre, pero descubre que una joven toda de blanco, con un enorme sombrero, lo ocupa. Titubea. La joven le sonríe y el calor que ella emana lo alcanza a cinco metros de distancia. Se sienta recogido. Estar al lado de la muchacha le acelera los latidos del corazón. Ella no le quita los ojos de encima. Raúl seca sus manos, le sudan como cuando era adolescente. Todo su cuerpo transpira nervioso. Siente deseos de orinar. Aturdido por el inminente ridículo se marcha,  mientras se aleja, su cuerpo vuelve a enfriarse y sus necesidades fisiológicas se adormecen.   Esa noche, Raúl soñó con la joven de blanco: ella lo acunaba y le tarareaba una nana.  A la  mañana siguiente, la usurpadora estaba sentada de nuevo en el mismo banco, su banco. Raúl intenta continuar la marcha, ignorarla, pero el calor de su cuerpo es un imán.Transcurrió una semana de encuentros silenciosos. El anciano se acicalaba para la cita. Miraba  altivo a los que pasaban por allí, todos encogidos, temblorosos… mientras él poseía un rayo de sol. Aunque reconocía que a los noventa años, es muy tarde para hablar de amor, se dejaba conducir por esa paz turbadora que ella poseía. A veces la joven le extendía sus manos blanquísimas y delgadas. Nunca las tocó.  Se avergonzaba de sus dedos deformes por la artritis. Pasaban horas en silencio. En su cabeza, Raúl le tejía poemas, le cantaba y más de una vez se besaron.Casi anocheciendo, un policía se acercó a Raúl, estaba  sentado con el pecho sobre los muslos. El agente lo tocó en la espalda, el anciano se llevó los dedos a los labios: Shhh, no interrumpa por favor, la estoy conquistando.  Y no dijo más. El oficial se alejó dubitativo… Rezongando por el aumento de viejos locos en la ciudad. Raúl amaneció petrificado –muerto por hipotermia, dijeron los médicos- en los labios un tono blanquecino, la huella de un beso. 

0 comentarios